¿Por qué a pesar de las diferencias culturales hay rituales y amuletos casi universales para atraer a la buena suerte? Tal vez la respuesta haya que buscarla en los orígenes ancestrales de los juegos de azar. Los babilonios, los etruscos, los chinos, los árabes, los europeos y los indios precolombinos tenían juegos de azar organizados socialmente. Y hecha la ley del azar, hecha la trampa del ritual o el amuleto.
Ya los romanos del imperio tenían su diosa de la fortuna: una deidad caprichosa, veleidosa y fugaz a la que había que mostrar devoción constante para que permaneciera al lado de la gente. Según su mitología la diosa Fortuna debe madurar los frutos antes de que salga el sol, por eso es tan rápida y anda por todos lados; pero jamás pisa su huella, nunca vuelve a poner sus pies en el mismo sitio. Esto explica la conducta de muchos jugadores que “deben” cambiar de sitio si ganan, saben que la diosa no volverá a pasar por allí y entonces tratan de cambiar su lugar en la mesa o, por lo menos, si están sentados, se ponen de pie.






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